DOÑA PEPA EN EL CONCURSO DE BELLEZA
Un día como otros, doña Pepa se preparó para dar su caminata de todos los días. Cuando salía de su charco, las demás ranas murmuraban su belleza y los sapos la querían como esposa. Se fue a pasear por el centro comercial y encontró un letrero que decía:
- “Concurso para las bellas ranas, inscripciones abiertas”.
Cuando Pepa vio ese letrero se emocionó muchísimo, porque pensó que era el concurso indicado para ella y se inscribió.
Al día siguiente Pepa fue con mucha ilusión y se presentó la primera al concurso. Tuvo que esperar mucho tiempo, ya estaba medio dormida, cuando de repente escuchó una voz que decía:
- “Señorita Pepa…. señorita, despierte”.
Cuando despertó escucho que le decían que había ganado el concurso y se puso muy contenta. Rápidamente le mostraron su camerino; no se podía mover de la felicidad que tenía. Cuando entró vio millones de vestuarios y millones de maquillajes, emocionada iba cogiendo todo y se lo probaba.
En su primer acto todo parecía salir bien para ella porque no se daba cuenta que era la que menos nivel tenía de todas. Al tercer acto los jurados la descalificaron.
Ella al final se dio cuenta que no era la belleza lo más importante, sino que lo mejor eran los valores que tenía, la alegría, el compañerismo que tuvo con sus compañeras del concurso, la confianza en sí misma, etc.
FIN
Moraleja del cuento: No tienes que ser bella para demostrar tu talento.
El león preso y el labrador
Un león entró una vez en el establo de un
labrador. El hombre, con la pretensión de tomarlo prisionero, cerró la puerta.
El león, al darse cuenta de que no podría salir de allí empezó por comerse un
carnero, luego una vaca y, por fin, varios bueyes.
El labrador, temiendo que su vida corriera
peligro, le abrió la puerta. El animal se fue y la señora del labrador al oír
que éste se quejaba dijo:
–Te
mereces lo que te pasa por haber querido encerrar a una fiera a la que de lejos debiste temer.
Moraleja
Lo mismo les ocurre a los que provocan a otros que
tienen más fuerza y poder que ellos.
Debemos contentarnos con los bienes que poseemos y no codiciar insaciablemente riquezas imposibles.
La
gallina de los huevos de oro
Un hombre tenía una gallina que todos los días
ponía un huevo de oro. Como era ambicioso empezó a pensar en que el animal
debía tener en su interior una gran barra de oro. Entonces decidió matarla
para sacar la barra y se encontró con que la gallina era exactamente igual a
todas las de su especie.
Por alcanzar de una vez toda la riqueza perdió
inclusive lo poco que tenía.
Moraleja:
Debemos contentarnos con los bienes que poseemos y no codiciar insaciablemente riquezas imposibles.
El
caballo y el asno
Un hombre tenía un asno y
un caballo. Cierta vez iba con sus dos animales y durante el camino el asno le
dijo al caballo:
–Si en
algo valoras mi vida hazte cargo de una parte del peso que llevo.
El caballo se hizo el sordo y el asno, vencido por la fatiga se desplomó, muriendo al instante. El dueño levantó toda la carga y la puso encima del caballo, añadiendo además la piel del asno, pues deseaba conservarla.
El caballo, agobiado por el peso, se lamentaba: –¡Qué poca suerte! No quise cargar con una
parte y ahora me toca llevarlo todo, inclusive la piel del asno.
El caballo se hizo el sordo y el asno, vencido por la fatiga se desplomó, muriendo al instante. El dueño levantó toda la carga y la puso encima del caballo, añadiendo además la piel del asno, pues deseaba conservarla.
El caballo, agobiado por el peso, se lamentaba: –¡Qué poca suerte! No quise cargar con una
parte y ahora me toca llevarlo todo, inclusive la piel del asno.
Moraleja:
Cuando los grandes aceptan compartir
con los pequeños las dificultades, éstas se hacen más soportables para ambos.
Cuanto se puede aprender de estas pequeñas narraciones...ojala los niños comprendan su verdadero significado.
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