El león preso y el labrador
Un león entró una vez en el establo de un
labrador. El hombre, con la pretensión de tomarlo prisionero, cerró la puerta.
El león, al darse cuenta de que no podría salir de allí empezó por comerse un
carnero, luego una vaca y, por fin, varios bueyes.
El labrador, temiendo que su vida corriera
peligro, le abrió la puerta. El animal se fue y la señora del labrador al oír
que éste se quejaba dijo:
–Te
mereces lo que te pasa por haber querido encerrar a una fiera a la que de lejos
debiste temer.
Moraleja
Lo mismo les ocurre a los que provocan a otros que
tienen más fuerza y poder que ellos.
La
gallina de los huevos de oro
Un hombre tenía una gallina que todos los días
ponía un huevo de oro. Como era ambicioso empezó a pensar en que el animal
debía tener en su interior una gran barra de oro. Entonces decidió matarla
para sacar la barra y se encontró con que la gallina era exactamente igual a
todas las de su especie.
Por alcanzar de una vez toda la riqueza perdió
inclusive lo poco que tenía.
Moraleja:
Debemos contentarnos con los bienes que poseemos y no codiciar insaciablemente riquezas imposibles.
El
caballo y el asno
Un hombre tenía un asno y
un caballo. Cierta vez iba con sus dos animales y durante el camino el asno le
dijo al caballo:
–Si en
algo valoras mi vida hazte cargo de una parte del peso que llevo.
El caballo se hizo el sordo y el asno, vencido por la fatiga se desplomó, muriendo al instante. El dueño levantó toda la carga y la puso encima del caballo, añadiendo además la piel del asno, pues deseaba conservarla.
El caballo, agobiado por el peso, se lamentaba: –¡Qué poca suerte! No quise cargar con una
parte y ahora me toca llevarlo todo, inclusive la piel del asno.
El caballo se hizo el sordo y el asno, vencido por la fatiga se desplomó, muriendo al instante. El dueño levantó toda la carga y la puso encima del caballo, añadiendo además la piel del asno, pues deseaba conservarla.
El caballo, agobiado por el peso, se lamentaba: –¡Qué poca suerte! No quise cargar con una
parte y ahora me toca llevarlo todo, inclusive la piel del asno.
Moraleja:
Cuando los grandes aceptan compartir con los
pequeños las dificultades, éstas se hacen más soportables para ambos.
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